Muy pocas veces, de hecho casi nunca,
solo cuando el miedo puede más que la culpa,
y el dolor cruja nubes y filtre la verdad,
solo entonces me permito llorar.
No este llanto rabioso que clama injusticias,
tampoco por series que toca fibra,
no es llorar por nadie, ni siquiera por ti,
hablo de llorarme, de llorar por mi.
Porque se me da de puta madre eso de mentir,
mejor que encajar los golpes y digerir,
a tenor de este complejo de superhéroe,
que salva a otros porque consigo no puede.
Porque
invoca tormentas de sed y vacío,
dice que haber nacido yo es un castigo,
maldice el hilo que nos conecta en suspiros.
Ya desde crío, busco asilo al murmullo,
que suena a espejo de sal, risa de humo,
a las pisadas de niños que pasan de largo,
a la palabra que muere en la boca después de llamarlos.
Suena a un motor que se enciende,
a un ascensor que se cierra,
suena a no escuchar tu nombre,
porque no importa si no juegas.
A las mentiras que le dije a mi madre,
a bajar los ojos cuando hablo con mi padre,
Abyecta verguenza que ensucia mi cara,
Pieza sin puzzle, hogar sin ventanas.
por eso
Aprendí a hacer reír, quitar hierro al asunto,
a estar ahí, a formar parte del conjunto,
aprendí a asumir un cargo que no es justo,
que valgo más por lo que aguanto y no por lo que luzco.
que valgo más por lo que aguanto y no por lo que luzco.
Abuela, creo que me hundo,
de una manera tan suave como salvaje,
tan cálida y punzante que confundo,
el dolor con la calma, el por qué de este viaje.
En este baile sin prisa ni paz
necesito que alguien lleve el compás,
dejarme llevar por un tiempo,
que mi carga sea tuya, curarme por dentro.
Porque escucho una voz que desde crió
me dice que ser yo es un castigo,
y no hay nadie que baile conmigo en el filo,
nadie que venga a salvarme del ruido.
Supongo abuela que me gane esta imagen,
la de alguien que no se toma nada en serio,
pero duele mucho más de lo que quieren ver,
y si digo estoy bien es para quitarme de en medio.
A veces me preguntan como llevo la cruz
y digo vivo, algo que no puedes decir tú,
y digo vivo, algo que no puedes decir tú,
mírame rey del sarcasmo y el cinismo,
como si no muriera un poco cada vez que lo digo.
Muy pocas veces, de hecho casi nunca,
solo cuando el miedo puede más que la culpa,
y el dolor cruja nubes y filtre la verdad,
solo entonces me permito llorar.
Y te lo cuento a tí, abuela, porque no puedes fingir,
que te importa lo más mínimo mi porvenir,
solo quería que supieras que nunca lloré tanto,
y lo peor, que sigo llorando.
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