Cuando el sonido de la soledad me concede un vals,
un nido de alfileres enmudece mi garganta,
caen lágrimas que escuecen y que marcan el compás,
mientras quito las espinas al grito de basta.
Basta de ser el faro que alumbre todos tus males,
se acabó ser el ancla que no sucumbe a tus huracanes,
coser tu corazón hecho jirones escuchando lo que dices,
porque aunque no preguntes, sigo coleccionando cicatrices.
Cansado de esta danza de títeres y siluetas,
la desconfianza que supone el juego de disfraces y caretas,
cuando el ego no os deja ver más allá de vuestro ombligo,
que luego cuesta tanto encontrar un buen amigo.
Quizás la culpa es mía, por jugarme el corazón al segundo,
por regalar alegría a los demás cuando no me queda,
claudicar ante la hipocresía que da cuerda al mundo,
heredar la herida de sentirse especial y ser uno más de esta triste rueda.
En la que gente pretende hablar sin escuchar primero,
buscan sinceridad si no duele, un suero, un alivio pasajero,
pero a veces la verdad es aguacero, un puñal, un disparo,
y si no están preparados, te culpan, desaparecen de tu lado.
Vuelven al lugar donde habitan las mentiras,
de certezas suicidas, huyendo de su propia vida,
hacia esa fina linea escondida tras la bruma,
donde no distinguen realidad de fantasía, hasta que la duda les consuma.
....
Y aunque no preguntes, sigo coleccionando cicatrices,
Quizás es culpa mía porque a veces,
callo más de lo que debo, llevo SU peso sobre MIS hombros,
por fuera todo risas, por dentro todo escombros.
¿Te crees que por reír los problemas duelen menos?
¿qué las bromas borran los cortes que sangran bajo la piel?
Escucho el eco de te quieros que murieron a manos del minutero
y me duermo cansado de repetirme que un día, todo irá bien.
Donde la amistad no sea un hostal, la gente escuche hasta el final,
donde no haya que aparentar felicidad con sonrisas de funeral,
donde el ego les deje ver más allá de su propio ombligo,
y no cueste tanto encontrar a un buen amigo.
De mientras le rindo culto al dolor y la belleza,
camino de luto como el animal herido y su nobleza,
que tropieza a cada paso por costumbre pero decidido,
a pesar de lo vivido, busca la luz que alumbre el camino.
Emigro, un viaje de regreso sin mirar atrás,
como equipaje el peso del silencio y un puñado de palabras,
los márgenes del folio exigen un peaje a pagar,
adiós al maquillaje y al disfraz, es hora de volar.
Entonces entro, cojo el boli y me abro en canal,
no para decirte que soy original, tampoco el más real,
sino para repetirme bajo un foco de miradas por qué lucho,
seguir siendo yo mismo, que por aquí, ya es decir mucho.