Mi sonrisa ondea a media asta,
Se más de la escarcha que de la primavera,
En tierra de nadie, la arena no descansa,
Solo cae, hasta que el viento se la lleva.
Esa es la quimera, cicatrizar ojeras,
Detener la hemorragia de una vela
Que derrama vida a borbotones,
Pero siempre, con la llama en los talones.
En la mirada anidan 25 lunas,
Algún eclipse, una constelació de dudas,
La única certeza las arrugas de mis padres,
El tiempo los cincela con su trazo inexorable.
Dime ¿ cuándo fue que el árbol se empezó a secar?
Solo queda sentarse en la sombra y esperar,
El silencio es la respuesta de las hojas al caer,
Porque esta es una guerra que perdimos al nacer.
Como dijo Pizarnik de nombre Alejandra,
Yo y el que fuí en el umbral de mi mirada,
Pero no es una hora inocente,
Más bien es una disculpa permanente.
Buscando en el suelo las palabras exactas,
Le cuento que el columpio ya no canta,
Que no se como están sus amigos,
Cada uno ha cogido su propio camino.
Del trino de la lila solo queda el eco,
En cambio germinan amapolas rojas y sonetos,
En el hueco de cuerpos exentos de luz,
Crisálidas de niebla, muertas de juventud.
Ya no eres el chico tímido de clase,
Ahora coges el micro y recitas estas frases,
Ahora tienes don de gente, conoces el modo,
Pero cuántos más conoces, más te sientes solo.
¿no lo entiendes? Yo te lo explico,
Recuerdo pensar que todo era un mito,
Que no había nada más allá del colegio,
Pensar "qué más da todo queda tan lejos"
Ahora mirame, he llegado,
Más lejos de lo que jamás habría pensado,
Aquí nada es blanco o negro,
Es un salvese quién pueda, cada uno con su infierno.
Aquí la verdad viste de seda,
Se escapa con cualquiera por 30 monedas,
La felicidad, no es caricia, ni juguete nuevo,
La confundimos, con el segundo de respiro que da el miedo.
Hablando de ello, cada vez más lejos,
De ti, niño viejo y sus complejos,
Ya no le tenemos miedo a los espejos,
Pero a veces ya no se quién hay tras el reflejo.
El silencio teje dudas perennes,
Aquí todas las sombras tienen nombre,
Sé, que no conoces esta sensación,
La de andar a tientas sin saber la dirección.
Te envidio a ti, no te preocupa el reloj,
A mí, con el sonido de de la aguja me tiembla la voz,
En tierra de nadie, esa es mi constante,
Buscando mi propio cementerio de elefantes.
Como dijo Pizarnik, de nombre Alejandra,
Yo y el que fui en el umbral de mi mirada,
Una lluvia de cenizas me acompaña,
El que fui, escucha, me abraza y calla.