El sol baña los campos de trigo,
brindo con el brillo por la paz que se me otorga,
pero la paz es una sombra que me deja confundido,
cuando las arrugas del tiempo me dan forma.
Acaso este fluye en un solo sentido,
no has sentido el giro torcido del tiovivo,
al pasado ser más cercano que el presente,
y que al otear atrás alguien te mira fijamente.
Y no ya no me queda adhesivo,
para pegarle sonrisas al olvido,
pero si para descubrir lo que nunca hemos sido,
saber lo que somos sin aditivos.
Soy una casa abandonada en mitad del campo,
el olor a talco en las manos de una madre,
canto desafinado al final del acto,
el que siendo puntual siempre llega tarde.
Ves al pájaro posado en la red eléctrica,
detrás, un atardecer dorado abdica,
salpica el contorno y la sombra que proyecta,
una metáfora que sabe a soledad y néctar.
ahí va otra, boxeo para vivir en 12 asaltos,
a tramos se hace corto y otras veces se hace largo,
encajo los golpes mientras se desliza una sonrisa,
el dolor me acerca a esa verdad finita.
Salgo del gimnasio y la ciudad se apaga,
y el viento me susurra al oido una nana,
dime, qué hay en esa luz tras la ventana,
esa es una pregunta con coartada.
Al subir al coche, lo escucho y ronronea,
en la carretera la noche no da pelea,
la vida y la muerte son solo una idea,
es la máxima definición que tengo de una tregua.
mientras
el viento me susurra al oido una nana,
dime, qué hay en esa luz tras la ventana,
qué hay en esa luz tras la ventana,
esa es una pregunta que nunca acaba.