Soy una carcasa vacía envuelta en el tiempo, cada resuello suyo hace crecer mi pelo, desliza sus dedos laminando mi rostro de ojeras y arrugas, blanquea mis uñas, empapela las ventanas con los gritos de los niños jugando en el patio, ficha por mi en la salida del trabajo, me lleva a casa, come por mi, habla por mi, vive por mi, mientras escupo ceniza en los labios del incendio.
Reservo un hueco forjado en los huesos de sombras sin niño, dónde cigarras de arena dan forma al pétalo, hasta que este se haga herida y no silbido. Allí, miro con iris trenzados en planos de Tarkovsky una habitación de espejos, ¿Podré ir y volver sin perderme?
Cada reflejo afila su discurso y, simultáneamente toman la palabra los complejos, miedos, automatismos, dudas, lágrimas enquistadas y futuribles (cuanto más negativos mejor). Entonces, la ansiedad, presa de impulsos irracionales golpea cada uno de los espejos con la intención de callarlos, sin darse cuenta de que, fragmentar los espejos no acalla las voces, las multiplica. De este modo acabo sepultado en un alud de punzantes aullidos, siendo una carcasa vacía envuelta en el tiempo.
¿Nunca has tocado fondo, no? ¿Digo tocar fondo de verdad?
Te diría que no, algún ataque de ansiedad si, pero no se si se considera tocar fondo.
Y no lo es. Sin embargo a veces desearía, siempre opinando desde el desconocimiento de causa, tocar fondo. Habito en un trance intermedio, entre matices de grises, incapaz de percibir felicidad sin sombra, ni pozo sin cielo. Envidio a aquellos que han conocido sus límites y han vuelto. Yo solo percibo el olor de la lluvia en casas derruidas. Ellos han sido la lluvia y la casa. Yo me pregunto si el amor es un mechón cruzando la cara. Ellos lo saben.
El suelo bajo mis pies es improvisado al igual que mi techo. Les envidio, porque yo solo tengo miedo, a subir o bajar de más, ellos pueden decidir en qué punto quedarse.
Y mientras me despedazo por dentro, miro tu foto del perfil de Whatsapp, aquella que te hice yo. Me pregunto qué me dirías en estos momentos, imagino algún comentario que me sonaría a mentira aunque dicho por ti cobraría sentido o tal vez miraríamos the office mientras me acaricias el pelo.
Pienso en escribirte porque lo necesito, primero porque no sé gestionar esta ansiedad y también porque quiero compartir contigo nuevas noticias, sin embargo no lo hago. Me digo que sería egoísta, que si te fuiste fue por algo y hablarte es volver a reabrir heridas. Y ya lo sabes bien, prefiero desangrarme a verte sufrir. Por eso, me limito a mirar tú foto de perfil.
Me pregunto qué me dirías en estos momentos, mientras apago la pantalla del móvil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario