lunes, 28 de septiembre de 2020

En mí

 Busco ventanas que hablen el lenguaje de las olas

 No nebulosas de horizontes  que desprenden amapolas,

Orillas de Caracolas bebiendo dagas de espuma,

Apagando la sed de ser, más allá de la duda.


La lluvia limpia de gente las calles,

Y Baila claque sobre el filo del sable,

Seppuku emocional, ofrenda al cemento,

Para volver siendo un hijo del viento.


No un Ovillo de lágrimas cortejando a la ruina,

Cúpulas coronadas con el cadáver del druida,

Ni la rama que sostiene la nieve sin quebrarse,

Katana oxidada, en una guerra al desgaste.


¿Cómo desaprender el compás del látigo?

Esta inteligencia que desfigura lo cándido,

El árido mecer del roble, al ritmo del hambre,

Si ya he normalizado ser águila de sangre.


Tú, que me hablas de que baile el sudor,

Con la cadencia de un collar del Mardi gras

Y yo, hablo de que volver, es volver al dolor,

Dicotomía, entre la farándula y el jazz.


Y no, no se hacerlo mejor,

¿es un reproche o un arrebato de honor?

si lo que soy es hojarasca entre la bruma,

reminiscencia que dormita en la laguna.


Escorpión de fuego que se aguijona a si mismo,

llamas que son la proyección del pesimismo,

a veces olvido cambiar el objetivo,

¿vives en la foto o en su negativo?


Vivo en el vórtice de cuervos que aúnan graznidos,

el trino del trigo en mi piel es un descuido,

áureo silbido que perfora la noche,

el cielo es el reflejo de mi estancia en el orbe.



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