De la soga cuelgan destellos de la aurora,
y la alondra llora alambres que la luna ignora
penitente aureola de soles suicidas
suscitan alegorías de flores tardías.
En las entrañas de la selva ruge el árbol
el león se inclina ante el murmullo de las hojas
bebe de la umbría que acecha a la costra,
todo es corteza en los ojos del naufragio.
Alfiler dentro de la eternidad
¿Quién determina el valor de la moneda?
Anónimas luciérnagas ebrias de grandeza
¿La belleza es eterna o reviste levedad?
Vuestras son las palabras con sombras
Que desfloran la luz si esta os da forma
Mía es la roca donde laten las olas,
El corazón de la noche no comulga con lisonjas.
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La mano del cielo cruje el eco del mirlo
Sepulcro de nubes que eluden al lirio
Mármol lacrado en honor a Eros
crisálidas huecas en el vientre de Venus.
Migas de nácar como ofrenda a los ahogados,
La herida migra entre espejos y labios,
Echa raíces en ojos volubles
Cuya banalidad ya nadie discute.
Las raíces del rayo engalana el vacío
y el perfume de Hela quema el zafiro,
pues de espejismos se nutre la nada
donde la fachada luce más que la palabra.
La brújula tiene sed de horizontes,
El rumbo no es acorde con el girar del orbe,
Vendaval de faros en las faldas del hambre,
La tempestad es el hábitat dónde habita mi sangre.
Colmena de viento que sacude la culpa,
bucle de agujas con las que Narciso se lucra
conceptos opuestos convergen en la duda
Víctimas de circunstancias, acuñadas en la bruma
El drama dirige este plano secuencia
Me embriaga la esencia del miliciano muerto,
Desarmada reverencia que suplica clemencia,
Lo demás es ruido en los labios del tiempo.
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