jueves, 15 de diciembre de 2016

Vale la pena

Cinco años de vida teñida de blanco y negro,
o del color de la tinta vertida en el cuaderno,
recuerdo el inicio cuando escribir no era condena,
aún así cada verso que truena, vale la pena.

A veces pienso si lo vale realmente,
palpo la oquedad del que se siente diferente,
aquí las gente pretende olvidar y ser felices,
nosotros sabemos dudar, hurgar en cicatrices.

Pues la verdad echo raíces en la parte más oscura,
los lápices revientan estos puntos de sutura,
un vergel de sangrientas flores riegan el papel,
de emociones que no supo o quise esconder bien.

El folio Pandora yo la caja de los truenos,
ábrela verás un mosaico de recuerdos,
verás lo que fui y dejé por el camino,
enumera una a una las personas que se han ido.

Un nido de cuervos con jirones de ilusión,
una capa de estaciones que fatiga al corazón,
decisiones que terminan en fracasos,
decepciones allá por donde paso.

Verás opiniones que dicen tranquilo hazme caso,
estarás mejor al vaciar el vaso,                        
pero el número de tragos que le das a la botella,
es proporcional a los versos que escribí por ella.

Lo normal es avanzar sin mirar atrás,
dejarse de epopeyas escritas en/con deudas,
de la lava derramada en esta Pompeya,
aún así cada verso que truena vale la pena.

No por el valor de hacer tu miedo público,
que al escucharte alguien crea que eres único,
algo tan intimo toque a la gente, también,
por ser la fruta prometida del edén.

No por el aplauso, bálsamo para la autoestima,
el ego de escritores al borde de la ruina,
los ves pasar cual pavos reales creando sofocos,
pero tiritan de inseguridad si no enfocan esos focos.

Sabes las heridas dejan el recuerdo,
el sentimiento se perdió en algún lugar del tiempo,
quedan imágenes, instantes congelados,
pero lo más importante lo hemos olvidado.

¿Acaso recuerdas el dolor exacto?
los decibelios de los gritos, el peso de tú llanto,
el sabor del último beso, la impotencia por las venas,
vivir tu vida como si fuera una ajena.

Hoy la agonía es anecdótica, indiferente,
vivimos en un constante vacío intermitente,
que llenamos para dar paso al siguiente,
al siguiente y así sucesivamente.

En el folio guardo demasiadas últimas palabras,
un viento que en volandas trae épocas pasadas,
guardo el preciso sonido del crujido,
el sentimiento puro que creí haber perdido.

Y ya solo por eso, a pesar de la condena,
de darle vueltas a la misma rueda,
poder volver al sentimiento cuando quiera,
solo por eso, cada verso que truena, vale la pena.

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