La herida de una risa que ya no divierte,
vierte copos de nieve en heridas extintas,
brinda con un espejo que se entretiene,
tejiendo abismos en presentes sin vida.
Son las canas de un noviembre tardío,
crujiendo en ramas de un tiempo baldío,
comprendido entre la nada y el eco,
el grito del niño en las hojas del tejo.
La noche suda lunas líquidas,
Lluvia de garzas que limpia nostalgias invictas,
que invitan a desobedecer al letargo,
pero todo canto al pasado pasa de largo.
Ahora solo guardo el brillo de la sangre,
al conciliarme con la vergüenza de ser lágrima,
Frágil y puro, calo al equivocarme,
Ya nunca es tarde para entender la página.
He aprendido a hablarme sin juzgarme,
en un lugar donde todo es aire,
y miente la verdad para seguir en la pomada,
el dolor de la luz al reflejarse en la espada.
¿Recuerdas los reproches de pifias sin maldad?
al confundir ausencia con soledad,
Dijimos para siempre errando el concepto,
no lo fue en el amor, pero si en el recuerdo.
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