Buscando semillas de nube en estrías de barro,
Acude a mis labios la sed de aquello que llueve,
Relieve escarpado de trigo ahogado en los charcos.
En un lecho de girasoles marchitos,
Me habló de la levedad de lo infinito,
Entendí que la dualidad hace el orden,
Por eso le busco nombres a mis contradicciones.
A esta soledad con alas de agua,
Incapaz de volar más allá de la trampa,
A esta felicidad con alas de cuervo,
Incapaz de volar más allá del recuerdo.
A este autosabotaje interno,
De querer aquello que no tengo,
Al desprecio extremo si lo obtengo,
Pues el valor es relativo si soy yo quien lo poseo.
Esta sensación devorándome gramo a gramo,
La de que voy a cagarla tarde o temprano,
A este miedo a ilusionarme,
Que lo rompo todo antes de que me alcance.
Me repito que lo estoy haciendo bien,
Que el miedo no defina el sabor del laurel,
Repetirlo, hasta volverlo estribillo,
Repetirlo, hasta volverlo sencillo.
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