A veces me pregunto si basta con ser torpe,
hasta el grado en que nada importe,
Soles de otro tiempo salpican,
El invierno que el recuerdo domestica.
Escupo ceniza,
que justifica esta herida
con cantos de trigo y arcilla,
delgada línea entre el odio y la envidia
que acuchilla mis ganas de ser brisa.
Porque,
el pasado es un espejo enfermo de sombras,
ecos de un cariño exento de esperanza,
lluvia de otro tiempo, lanzas de escarcha
que colman una eterna lágrima sin forma.
Proscrito en el margen de la aurora
escrito en mi lengua, el ahora,
todo es subjetivo, ceñido al momento,
por eso, a veces ni me entiendo.
Como para ponernos
todos de acuerdo,
engañarse se acepta como bueno,
no hacen las paces con su yo interno,
pero son capaces de ver el error ajeno.
Bueno,
Por qué confrontas a todo el mundo,
no sé, pero el sentimiento es mutuo,
su discurso es una fragancia de pétalos podridos
que de tan fingido no la olvido.
Que qué persigo, pues ser yo mismo,
sé que el camino que sigo es un laberinto,
a veces me encuentro y otras me pierdo
por eso a veces cuervo y otras cuerdo.
Ni me acuerdo
de cuando empecé
ahora llevo el conflicto como una segunda piel,
o airosa soledad en un mundo sin nobleza,
o me acuso de delirios de grandeza.
Quizá no hay meta, solo trayecto,
convivir y no callar las voces de dentro,
conmigo al hueso, con ellos ramas de olivo,
hablando el lenguaje de los puntos suspensivos.
Y yo a lo mío, que ya es suficiente,
¿Quién cuida de nosotros si todos se mienten?
ya nadie cuida nada, foto y coartada,
esclavos de una ansiedad social que solo se agrava.
Para ser sincero, bebo del miedo,
de no haber mantenido nada verdadero,
llevo ese conflicto como una segunda piel,
a veces derrotista, otras todo está bien.
Que qué persigo, pues ser yo mismo,
sé que el camino que sigo es un laberinto,
a veces me encuentro y otras me pierdo
por eso a veces cuervo y otras cuerdo.