miércoles, 28 de diciembre de 2016

Equilibro

Dicen que el equilibrio es encontrar el punto exacto,
donde la vida y tu conciencia hacen un pacto,
cuando vas con una sonrisa al siguiente asalto,
y deja de importar quién voló más alto.

Para mí ese equilibrio se quedó en la infancia,
puse mis extremos a la misma distancia,
y cuánto más amor me daba o llegaba,
lo contrarrestaba con odio estallando en la cara.

Por ese miedo crónico al adiós del tiempo,
que al final del camino quede arrepentimiento,
por buscar una certeza esquiva,
en una vida donde todo es cuestión de perspectiva.

Como si la felicidad fuera una ecuación,
y por más que busco no encuentro solución,
entonces me comparo, analizo, es una obsesión,
y ahí va, mira, murió otra estación.

Que más da, vivo en un otoño sin fin,
unos labios saboreando lo que queda de carmín,
ser esa luz con tintes de fuego sempiterno,
o el vuelo de la hoja que da paso al invierno.

Esa cruzada estéril para encontrar lo correcto,
ahogar el temor en miles de proyectos,
dime como se aprovecha el tiempo realmente,
porque para mí, nunca es suficiente.

Suficiente para qué, para quién,
¿para ti, para mi, lo sabe alguien?
dicen suficiente es alcanzar las metas,
pero siempre habrá más para mentes inquietas.

Me revientan esas vidas que venden como perfectas,
y a mi no me da tiempo a tapar las grietas,
porque solo entiendo de comparaciones,
y uno se cansa de perder siempre sin opciones.

Y  a pesar de llamarme mediocre,
me revienta tener algo que ofrecer que desconocen,
 peleo por el lugar que creo que me corresponde
entonces tus labios gritan otro nombre.

Hablan de esfuerzo, no es cuestión de suerte,
me parto los cuernos, nada es diferente,
me revienta, no se si injusticia o por envidia,
pero harto de poner la misma mejilla.

Ver que importan más factores ajenos a la calidad,
actores vendiéndose una falsa realidad,
entre bastidores van clavándose puñales,
pero para subir escalafones todos son carnales.

Aborrezco mi propia debilidad,
dice que merezco cosas, y no se si es verdad,
esa que se preocupa del éxito ajeno,
y no dice disfruta, lo demás ya será menos.

A la mierda el equilibrio, a la mierda el punto medio,
quédate la fama, el aplauso, el ego, en serio,
el reconocimiento si es que de verdad lo vale,
joder... solo haz que pare.

Quédate la mentira de que aquí somos iguales,
estoy cansado de morir por unos ideales,
solo dime como dejo de buscar una certeza esquiva,
en una vida donde todo es cuestión de perspectiva.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Vale la pena

Cinco años de vida teñida de blanco y negro,
o del color de la tinta vertida en el cuaderno,
recuerdo el inicio cuando escribir no era condena,
aún así cada verso que truena, vale la pena.

A veces pienso si lo vale realmente,
palpo la oquedad del que se siente diferente,
aquí las gente pretende olvidar y ser felices,
nosotros sabemos dudar, hurgar en cicatrices.

Pues la verdad echo raíces en la parte más oscura,
los lápices revientan estos puntos de sutura,
un vergel de sangrientas flores riegan el papel,
de emociones que no supo o quise esconder bien.

El folio Pandora yo la caja de los truenos,
ábrela verás un mosaico de recuerdos,
verás lo que fui y dejé por el camino,
enumera una a una las personas que se han ido.

Un nido de cuervos con jirones de ilusión,
una capa de estaciones que fatiga al corazón,
decisiones que terminan en fracasos,
decepciones allá por donde paso.

Verás opiniones que dicen tranquilo hazme caso,
estarás mejor al vaciar el vaso,                        
pero el número de tragos que le das a la botella,
es proporcional a los versos que escribí por ella.

Lo normal es avanzar sin mirar atrás,
dejarse de epopeyas escritas en/con deudas,
de la lava derramada en esta Pompeya,
aún así cada verso que truena vale la pena.

No por el valor de hacer tu miedo público,
que al escucharte alguien crea que eres único,
algo tan intimo toque a la gente, también,
por ser la fruta prometida del edén.

No por el aplauso, bálsamo para la autoestima,
el ego de escritores al borde de la ruina,
los ves pasar cual pavos reales creando sofocos,
pero tiritan de inseguridad si no enfocan esos focos.

Sabes las heridas dejan el recuerdo,
el sentimiento se perdió en algún lugar del tiempo,
quedan imágenes, instantes congelados,
pero lo más importante lo hemos olvidado.

¿Acaso recuerdas el dolor exacto?
los decibelios de los gritos, el peso de tú llanto,
el sabor del último beso, la impotencia por las venas,
vivir tu vida como si fuera una ajena.

Hoy la agonía es anecdótica, indiferente,
vivimos en un constante vacío intermitente,
que llenamos para dar paso al siguiente,
al siguiente y así sucesivamente.

En el folio guardo demasiadas últimas palabras,
un viento que en volandas trae épocas pasadas,
guardo el preciso sonido del crujido,
el sentimiento puro que creí haber perdido.

Y ya solo por eso, a pesar de la condena,
de darle vueltas a la misma rueda,
poder volver al sentimiento cuando quiera,
solo por eso, cada verso que truena, vale la pena.