domingo, 5 de junio de 2022

Marratxí

 Esta noche he vuelto a nuestro antiguo piso. Por primera vez desde el sonido de la puerta cerrándose en el eco del vacío, desde la última mirada de soslayo al final de una etapa, mi mano vuelve a posarse mecánicamente en el intermitente, entremezclando su ruido al de aquel camión de la mudanza. El volante no ofrece resistencia, el motor celebra las caricias de unos neumáticos que quizás extrañaban ese asfalto. Al coger el desvío, el pasado en forma de luces y polvo yuxtapone mi imagen de hace tres años al ahora. Soy yo dos veces, tocando el mismo aire sin serlo, conduciendo el mismo Skoda sin serlo, atravesando la lengua de la misma noche sin serla. Los dos, como siempre, pensamos en no equivocarnos de salida, a los dos nos molestan las largas de los coches  en el mismo tramo. Los dos miramos de no olvidar los exagerados badenes, en el primero hay que frenar, en el segundo no hace falta nos decimos.

Han arreglado las canastas del parque.

Enfilamos el camino de subida a su casa, a mi antigua casa. No lo recordaba tan estrecho, él sí.

Nada ha cambiado, sin embargo todo es diferente. Esther ya no vive en la casa de al lado, ella siempre tenía las persianas cerradas, ahora están abiertas. Ya no hay pruebas de todo lo acontecido allí dentro, la convivencia con sus hijos, los ensayos, las comidas en la terraza con los vecinos, el drama y las risas, las veces que dormí allí con Clara, las conversaciones a la hora del desayuno, ahora todo es nostalgia embotellada en el recuerdo. Aparcamos el coche en frente de nuestra antigua casa, de su casa. Yo me quedo mirando desde fuera como él entra y, a través de sus ojos puedo ver, nada más entrar, a Bastida cocinando para todos, nos veo a Diego y a mí cocinando sin glamour, manchando toda la cocina y gritando improperios mientras nos reímos, despreocupados del resultado. A través de sus ojos veo a Vanesa en uno de los sofás mirando la televisión, agonizando por un resfriado cogido en Mallorca, siendo ella de Vigo. A través de sus ojos veo a Diego, a Bastida y a un servidor, con la luz apagada llorando a moco tendido viendo Your Name. Veo las fiestas de navidad, a Bastida preparando unos haribo bañados en alcohol que saben a desinfectante, a María y su “Clabobo crec que vaig gata” a Estefania y su “dejadme que yo conduzco”, nos veo trajeados y bien guapos a todos. A través de sus ojos lo veo recorrer el salón hacía las habitaciones y el baño de abajo. A la izquierda veo a Diego hecho un ovillo mientras Vanesa le recrimina que es joven y debería salir, a la derecha, en el baño, veo a Vanesa enfundada en una capa similar a la de Batman a punto de teñirse el pelo. A través de sus ojos, entro en la habitación de Bastida y charlo con él cinco minutos y admiro su alfombra nueva. A través de sus ojos veo como sube las escaleras de caracol. En el piso de arriba mira a la derecha y me veo a mi mismo intentando hacer un agujero en una pared donde no se puede. En la habitación principal veo a Diego cabreado, gritando “ quién no cierra una puta ventana cuando llueve”. Me veo montando una cama con Clara, durmiendo en una habitación vacía, colocando los muebles para hacer hogar. A través de sus ojos veo como sale a la terraza. Entonces veo a gente reunida alrededor de una mesa, a Bastida poniendo carne en la barbacoa mientras los demás beben cervezas y comen patatillas. En esta noche que es la misma sin serlo, mi otro yo, desde la terraza se despide de mí, él ya ha llegado a su casa , a su hogar y yo no. Un parpadeo recoge al pasado en forma de luces y polvo guardándolo dentro de la retina. Vuelvo al coche y de camino a casa, nos veo a Diego y a mí corriendo por las calles de Marratxí, pero solo somos eso, luces y polvo. Pienso que debería decirles a los chicos de volver juntos para recordar viejos tiempos, porque pase el tiempo que pase, ese siempre será nuestro hogar. Al llegar a casa y cerrar la puerta, me invade la misma sensación que al estar en frente a nuestro antiguo piso, este también es mi hogar y me alegro de esta nostalgia que no escinde, de esta nostalgia que abraza.