sábado, 9 de septiembre de 2017

No queda nada.

Ese grito ahogado, en la sala de espera,
el rito de aguardar algo que nunca llega,
lucha eterna contra tus quimeras, lo que hay fuera,
harto, quemé todos los puentes y banderas.

Lo conseguisteis, ya no queda nada,
de ese viejo imberbe que blandió la espada,
peleaba por lo justo, creía en la suerte,
con suerte lo veras algo más que indiferente.

Lo primero que perdió fue la inocencia,
quiso compartirla con aquellos faltos de ilusión,
se la llevaron sin reparo, ni clemencia,
"para abrirte los ojos", por pura diversión.

Luego fue la fe, fe en la redención,
aquellos que dicen, espera, seré alguien mejor,
la gente no cambia con los años,
aprende a disimularlo, maquillarlo con engaños.

Guardé la esperanza en promesas y el honor,
en palabras ajenas que hablan de amistad y amor,
hablan de compromiso, pero son casi un susurro,
el viento se las llevó a algún lugar oscuro.

La vida es una gran tundra de cristal,
al andar nos desangramos para llegar al final,
el mundo es una herida que hice mía, abierta en canal,
y para curarla la gente escupe gotas de sal.

Caminando por el arrabal de las eternas decepciones,
converso con el eco de una luz echa jirones,
señala diferentes direcciones, pero ya es tarde,
yo ya solo quiero ver como todo arde.