Se que no puedes escuchar el grito,
de este latido roto, este palpito maldito,
que desgarra lentamente los sueños alquilados,
dispara recuerdos del presente y del pasado.
Se que no puedes ver esta batalla interna donde
el dolor estalla, donde no existe la calma,
veis la máscara que me protege y esconde
heridas, las verdad, las ojeras de mi alma.
Acaso entiendes este sentimiento,
de ser nadie, de ser cenizas en el viento,
siempre huyendo de la presión de ojos deshonestos,
de esa eterna competición entre ellos, tú y el resto.
Harto de caras sin rostros, de interrogantes,
de preguntarme ¿Alguien irá con la verdad por delante?,
de jueces que ponen en tu cuello una soga
de envidias, odios, egos que te ahogan.
Y te dicen cómo ser, qué sentir, qué pensar,
todos viviendo por el arte de aparentar,
dime, ¿qué sabrán ellos de la vida?,
de la tuya, de la mía, de esta herida
Que desangra soles, ilusiones, fracasos, hastíos,
desangra lunas, miserias, fortunas estaciones hasta dejarte vacío,
de aceptar que no hay instrucciones para esta espera,
de aceptar que cada uno muera a su manera.
¿Qué saben de romperse en miles de mariposas negras?,
que vuelan a los folios y son las letras del poema,
de las noches donde la tristeza danza descalza,
de engañar al calendario, del pasado y su añoranza.
Como cuando alguien te pregunta: ¿recuerdas el primer amor?
antes de romperte, de ponerle nombre al dolor,
de ese enamorarse tan fugaz como un cruces de miradas
que se acaba antes de empezar, sin un roce ni palabras.
Entonces vuelta al ruedo, al juego de perseguir las primaveras,
con la ilusión entera y la torpeza del principiante,
recuperar la fe que ondeaba mi bandera,
por favor, ¿puedes devolverme ese instante?
Dime cómo se hace para no mirar atrás,
dejar de regresar a un lugar que ya no existe,
de coser estas alas con imágenes coaguladas,
de una infancia difuminada por la nostalgia que me viste.
Dime qué hacer con este orgullo,
que no es espada, sino escudo,
por ese miedo a ser menos, a ser nada, a no ser mejor que el resto,
al error, siempre más, siempre fuerte, siempre recto, no saber decir lo siento.
Sabes... hablan del color de mis ojos,
como si fueran el azul del mar,
pero son lágrimas cristalizadas por los destrozos,
lágrimas que nunca me atreví a llorar.
Dime cómo abrazar al niño que llevo dentro,
me pide escapar de esta espiral de sufrimiento,
que acaricia estas manos agrietadas cansadas de luchar,
que han olvidado el tacto sin temblor, olvidado como jugar.
Dime cómo se hace y te prometo,
que moriría en el intento,
de momento me curo las heridas mientras callas,
esperando el próximo sueño, el próximo trueno, la próxima batalla.